sábado, 1 de agosto de 2009

¿Llego mi hora?

Puedo sentirlo cerca, oculto entre el silencio y la oscuridad de la habitación contigua. Se mueve con mucho sigilo, pero aún así no me es difícil percibir su presencia, casi puedo escuchar su respiración pausada cuando contengo la mía propia, con dificultad, por la mayor cantidad de tiempo posible y pego el oído a la puerta, luego me alejo de ésta con cautela y mis pulmones vuelven a trabajar a ritmo acelerado. Los latidos de mi corazón golpean con dureza el interior de mi pecho y retumban en mi cabeza. Trato de pensar con claridad, en busca de una vía de escape.
Miro hacia la ventana en el extremo opuesto de la habitación y pienso en correr hasta ella, pero temo sacar mi peso de la puerta, puede que sea lo que él esta esperando para entrar; que su camino quede libre de obstáculos. Además la ventana puede no ser de mucha ayuda, estoy en un primer piso, puede que dé al vacío, una caída de unos tres metros y medio; no es tanto, pero si es probable que me lastime al caer y sería entonces una presa fácil para mi perseguidor. Aún así, miro a mi alrededor en busca de algún objeto que me posibilite trancar la puerta y me de tiempo, para así poder, tal vez, acomodarme mejor saliendo por la ventana y reducir los riesgos de salir herido al lanzarme. Alcanzo a ver una vieja silla de madera, que apenas logro percibir entre las tinieblas del cuarto, parece ser el elemento idóneo, pero parece estar lejos, muy lejos, y correr hasta ella y volver puede incluso demandarme el mismo tiempo que colgarme del borde exterior de la ventana y saltar. Escucho el crujir del parqué detrás de la puerta y el sudor corre por mi frente como nunca antes. Mis pupilas dilatadas ya se han acostumbrado a la falta de luz y puedo ver un poco mejor el cuarto, distingo trapos, escobas, toallas y otros elementos. Esto debe ser alguna especie de depósito, desafortunadamente no llego a ver nada de utilidad a mano. Una escoba sería un elemento fútil para defenderme de quien me acecha.
En tanto, mis oídos se agudizaron y captaron entre todo el silencio un roce contra la otra cara opuesta de la puerta donde me hayo recostado.
Él debe estar encima, oyendo con atención hacia mi lado, así como yo lo hago hacia el suyo. Puedo imaginar el filo de su cuchillo y un escalofrío recorre mi espalda. ¿Será este mi fin?
Un duro golpe contra la puerta me sacude y me llena de pavor, pienso que se habrá decidido a intentar tumbar la puerta y me recuesto con todas mis fuerzas contra esta, pero no se vuelve a sentir otro golpe. De momento, vuelve a reinar el silencio. Tomo un poco de coraje y decido espiar por la rendija de la cerradura; eso sí, siempre presionando como pueda contra la puerta. Oscuridad. Permanezco así unos instantes, intentando percibir algo. Movimiento, algo se aleja de la cerradura con lentitud y un temor incontenible me hiela al instante al darme cuenta que no era el único mirando por la cerradura. Reacciono impulsiva y torpemente, y con un tropiezo caigo lejos de la puerta, y ya no hay nada bloqueando su camino.
Un fuerte impacto corta el silencio y la puerta se abre con fuerza, esparciendo pequeños pedazos de madera en todas direcciones, está ahora abierta de par en par y deja ver una figura esbelta parada tras ella. Parece que esta todo decidido.

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