Antes de nacer, así como todos nosotros lo hicimos, aunque muchos no lo recuerden (por no decir casi todos, me considero probablemente la única excepción), mi alma vacía fue al almacén de las almas a comprar el contenido de la futura personalidad. La forma de ser que tendrá mi persona en vida.
Este almacén, se encuentra a la vuelta de la entrada al paraíso. De hecho justo al lado del escritorio de San Pedro hay un cartel que reza “esta es la entrada al paraíso, exclusiva para aquellas almas que mereciéndolo vienen a descansar luego de vivir su respectiva vida. Para las almas por nacer siga las indicaciones visuales” y junto a este cartel comenzaban a aparecer algunas flechas flotando mágicamente en el aíre, las cuales indicaban el camino al mencionado almacén.
Primero, para llegar tuve que demostrar agilidad y paciencia para evitar a todas las almas haciendo fila para entrar al cielo.
Una vez ahí caí en la cuenta que las características que se podían seleccionar para almas/personas se vendían por separado (duro, trabajador, cariñoso, fiel, amoroso, rencoroso, vengativo, etc.) o en combos.
Esto, tenía un razón lógica que paso a explicar: El sistema de compra se efectuaba por créditos, las buenas características eran deseadas por todas las almas por nacer, y por ser codiciadas eran muy costosas, las malas, de hecho sumaban créditos, dando la posibilidad de gastar aún más en las buenas características, pero nadie en verdad las deseaba; todas las almas comenzaban con un crédito de cien puntos a favor, por lo que uno podría llegar a pensar que era muy difícil terminar siendo una mala persona en vida, aunque en realidad, las malas decisiones se toman en todos lados, incluso a las puertas del paraíso mismo. Así por ejemplo, ser generoso costaba veinticinco créditos, ser tacaño otorgaba veinte, ser fiel o leal tenia un precio de veintidós créditos y lo opuesto daba diecisiete a favor y de ésta manera con todas las posibles características que podemos llegar a reconocerle a una persona.
Como usted podrá haber llegado a darse cuenta, para terminar siendo poseedor de un alma en general completa era necesario adquirir buenas características así como algunas malas.
Aquellas almas por nacer más “avispadas” tomaban su tiempo para adquirir estos rasgos de forma balanceada; sin embargo también llegaban allí otro tipo de futuras almas, algunas que de por sí estaban apresuradas por llegar a la vida y compraban sin meditar demasiado.
De ellas se aprovechaban los vendedores, los cuales en su mayoría eran ángeles, aunque entre ellos, paradójicamente, siempre se filtraba algún demonio, que tentaba a estas almas apresuradas a comprar sus combos de oferta. Estos demonios, incluso, solían ser los mejores en su trabajo, eran taimados y hábiles con la palabra, por lo que no les costaba demasiado a ellos lograr que alguna de estas almas por nacer cayeran en su juego.
"Comprando un poco de ironía le damos de regalo una bolsita llena de sarcasmos" escuché decir a uno. “Están a precio de descuento comprando este combo espectacular, está en promoción solo por hoy”. Mientras lo decía una expresión diabólica se dibujó en su rostro, pero, aún así, realicé la compra. ¿Habré sido un consumista incluso antes de comprar dicha característica? Es difícil de decir, eso querría decir que en realidad no somos nosotros los que realizamos esa elección en primera instancia sino que desde un comienzo fuimos creados “de cierta forma”, y en ese momento único tenemos oportunidad invaluable de realizar un cambio a elección.
De todas formas, mirando mi vida y como soy, no creo haber realizado un mal negocio.
lunes, 21 de septiembre de 2009
lunes, 7 de septiembre de 2009
El fin.(Última parte del cuento posteado anteriormente).
Observo a ese hombre ya derrotado tirado frente a mí, tembloroso, preso del pánico. Luego de saborear el momento por un rato decido darle fin de una vez, me arrimo con lentitud, midiendo mis pasos, presionando el puño que sostiene el cuchillo. Con torpes movimientos intenta darse a la fuga, gateando de espaldas con desesperación, dejando en el piso la marca de su hedor, un hedor digno de un puerco, un puerco que conoce su inevitable fin, y sangre… esa sangre.
Me acerco sin apartar nunca la vista de sus ojos, intento no prestar atención a las rojas manchas en el piso, las cuales producen una fuerte consternación en mi, consternación e ira. Siento una repentina presión en el pecho y una incontenible lágrima, producto de intensas y diversas emociones recorre mi mejilla derecha.
“Ha llegado tu hora, ha llegado tu hora. Pagarás por lo que has hecho.”
El sigue arrastrándose hacia atrás, pero a paso firme logro acercarme, comienzo a inclinarme sobre el y preparo la estocada. Esta acabado.
Un sorpresivo sonido llama mi atención, pequeños pasos presurosos se aproximan por el pasillo y una voz fina me llama “papi, papi, ¿Dónde estas?”, pude sentir el temblor en su llamado. Los ruidos deben haberla despertado. “¿Y ahora que? ¿Conocerá ya mi pequeño ángel la suerte que corrió su madre en manos de este cerdo? ¿Cómo puede alguien así tan solo tomar una vida sin un fuerte motivo? El no poseía uno como el mío”.
Todas estas ideas recorrían mi cabeza en ese instante, distrayéndome y provocandome voltear. “¡Vuelve ya a tu cuarto mi vida!, papi esta bien”.
Un fuerte dolor sacude mi pierna. El impacto provoca mi caía, y con una rodilla al piso vuelvo la mirada y puedo ver a esa mierda de persona sujetando una escoba. La ira dentro de mí se acrecienta y lo miro con rabia mientras vuelvo a levantar mi puño armado pero otro rápido envión impacta mi rostro y me desplomo. Giro adolorido sobre mi espalda e intento levantarme, ya no se donde esta el cuchillo y por el rabillo del ojo puedo ver a mi niña parada aterrorizada, sujeta al marco de la puerta. El sujeto se me pone encima y me sujeta con su peso contra el piso, fuertes golpes comienzan a llegar a mi cara, una y otra vez con fuerza. La sangre que sale de mi frente me ciega y ya solo percibo el lloriqueo de mi ángel.
“Las cosas no deberían haber pasado de esta manera. ¿Y ahora que será también de mi hermosa niña indefensa? Fui incapaz de proteger a mis amores, mis más preciados obsequios de la vida, un terrible error, un horroroso pecado.”
Un golpe tras otro y con fuerza, siguen llegando e intento cubrirme como puedo pero ya no me quedan fuerzas. Ya casi no siento dolor, no me percato de él. Al segundo deja de golpearme, pero no parece haber terminado allí.
Estoy al borde de la inconciencia, pero aún así noto que esta persona, si es que así puedo llamar a tal cosa, que hace un rato paso de ser mi presa a ser mi predador, se inclina y recoge algo del piso. Vuelve a tumbarse sobre mi y una sensación fría se posa en mi pecho, primero fría, luego punzante, muy dolorosa. El cuchillo entra lentamente en mi carne y ya no hay nada que pueda hacer. “Dios por favor protege a mi niña, protege a mi niña…”
Me acerco sin apartar nunca la vista de sus ojos, intento no prestar atención a las rojas manchas en el piso, las cuales producen una fuerte consternación en mi, consternación e ira. Siento una repentina presión en el pecho y una incontenible lágrima, producto de intensas y diversas emociones recorre mi mejilla derecha.
“Ha llegado tu hora, ha llegado tu hora. Pagarás por lo que has hecho.”
El sigue arrastrándose hacia atrás, pero a paso firme logro acercarme, comienzo a inclinarme sobre el y preparo la estocada. Esta acabado.
Un sorpresivo sonido llama mi atención, pequeños pasos presurosos se aproximan por el pasillo y una voz fina me llama “papi, papi, ¿Dónde estas?”, pude sentir el temblor en su llamado. Los ruidos deben haberla despertado. “¿Y ahora que? ¿Conocerá ya mi pequeño ángel la suerte que corrió su madre en manos de este cerdo? ¿Cómo puede alguien así tan solo tomar una vida sin un fuerte motivo? El no poseía uno como el mío”.
Todas estas ideas recorrían mi cabeza en ese instante, distrayéndome y provocandome voltear. “¡Vuelve ya a tu cuarto mi vida!, papi esta bien”.
Un fuerte dolor sacude mi pierna. El impacto provoca mi caía, y con una rodilla al piso vuelvo la mirada y puedo ver a esa mierda de persona sujetando una escoba. La ira dentro de mí se acrecienta y lo miro con rabia mientras vuelvo a levantar mi puño armado pero otro rápido envión impacta mi rostro y me desplomo. Giro adolorido sobre mi espalda e intento levantarme, ya no se donde esta el cuchillo y por el rabillo del ojo puedo ver a mi niña parada aterrorizada, sujeta al marco de la puerta. El sujeto se me pone encima y me sujeta con su peso contra el piso, fuertes golpes comienzan a llegar a mi cara, una y otra vez con fuerza. La sangre que sale de mi frente me ciega y ya solo percibo el lloriqueo de mi ángel.
“Las cosas no deberían haber pasado de esta manera. ¿Y ahora que será también de mi hermosa niña indefensa? Fui incapaz de proteger a mis amores, mis más preciados obsequios de la vida, un terrible error, un horroroso pecado.”
Un golpe tras otro y con fuerza, siguen llegando e intento cubrirme como puedo pero ya no me quedan fuerzas. Ya casi no siento dolor, no me percato de él. Al segundo deja de golpearme, pero no parece haber terminado allí.
Estoy al borde de la inconciencia, pero aún así noto que esta persona, si es que así puedo llamar a tal cosa, que hace un rato paso de ser mi presa a ser mi predador, se inclina y recoge algo del piso. Vuelve a tumbarse sobre mi y una sensación fría se posa en mi pecho, primero fría, luego punzante, muy dolorosa. El cuchillo entra lentamente en mi carne y ya no hay nada que pueda hacer. “Dios por favor protege a mi niña, protege a mi niña…”
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